lunes, 9 de septiembre de 2013

El Asesinato de Kevin Molina

EL SILENCIO DE LOS MEDIOS 

(Y LA SOCIEDAD)

Por Darío Ferrazzano

En estos días que pasaron nos enteramos del asesinato de Kevin Molina, un pibe de 9 años que vivìa en la Zavaleta.  Fue de un balazo en la cabeza, un balazo perdido de un tiroteo que se daba en el barrio, con la zona liberada por parte de la gendarmería que se negó en intervenir.  A Kevin lo encontraron abajo de una mesada donde intentaba protegerse de los tiros.  Este asesinato no fue difundido salvo por la gente de la Garganta Poderosa que en seguida dio a conocer la foto en las redes sociales.  Dos minutos después medio mundo sabía quién era Kevin Molina y qué le pasó.  El tema es que si no fuera por la difusión de la gente en las redes sociales, este caso no se hubiera conociodo.  ¿Alcanza sólo con la difusión por estos medios? Aparentemente no.  Kevin ES un pibe como cualquier otro, que hayan silenciado su asesinato o que no le hayan dado la trascendencia que se le da a otros casos es una muestra más de que la comunicación no está cambiando como debiera o suponemos.  Que todavía se silencien por parte de todos los medios de comunicación (grandes, medianos, pequeños, de izquierda, derecha, oficialistas u opositores)  problemáticas de la gente que vive en determinados lugares o que pertenece a un status social determinado por esa gran falacia que es el dinero y lo material, marca a las claras que aún vivimos en una sociedad atrasada en donde lo importe es lo que le pasa a dos sectores en particular de la sociedad:  el sector de los que ostentan el poder del dinero (aquellos que en su única meta de acumular y acumular reniegan de los impuestos y se cagan en los derechos de las demás personas, aunque no las consideren como tales).  Y el sector (quizás el peor) que aspira a ser algo que no es, que no se acepta, que quiere llegar a formar parte del sector anterior y protesta rasgandose las vestiduras por los derechos re-conquistados por parte de la clase baja.  Hasta tanto la comunicación no cambie su visión y empiecen los grandes medios a tomar como prioridad las problemáticas de los sectores hoy mediaticamente olvidados, todo sigue igual.  Y la Ley de Medios la usaremos como papel higiénico.

Les dejamos la nota de la Revista LA GARGANTA PODEROSA, que se publica en el barrio de Kevin:


Por La Garganta Poderosa

Temblamos, lloramos, gritamos, no podemos más. Tenía 9 años, de luz, de risa, de paz. Aterrado y meado, estaba acurrucado, bien refugiado, como cada vez que lanzan para estos lados las batallas que digitan desde sus barrios privados. Para no ver nada, se mantuvo escondido debajo de una mesada, aun cuando todos estábamos reclamando que la Prefectura interviniera en lo que estaba pasando. Pero aparentemente no era una cuestión de guita, porque se quedaron en la garita. Y en el segundo tiroteo, totalmente anunciado, Kevin Molina resultó baleado. Un tiro en la cabeza, en el medio de la pobreza. Y no, no se fue “otro pibe”. Se fue un pibe, que era único, tierno, irrepetible. Nos quitaron a un sobrino, a un hijo, a un chiquito de tercer grado, por otro enfrentamiento que perfectamente se pudo haber evitado. ¿Fue culpa de los narcos? ¡Vayan a buscarlos donde guardan sus barcos! ¿O van a proponer más uniformados? ¡Para qué mierda están por todos lados! ¿O van a decir que fue el “contexto de peligrosidad”? Le faltaban 9 años para ser mayor de edad.

¿Dónde estarán ahora los que vienen a la villa para hacer sus crónicas malditas? Vengan a ver cómo está su madre, sus amigos, sus hermanitas, pero van a tener que embarrarse los zapatos en esos pasillos inundados que la gorra sólo camina para cerrar sus negociados. Toda Zavaleta está destrozada, llorando sangre y sintiendo que nada sirve para nada, que podemos marchar a tribunales o explotar en las redes sociales, pero seguiremos siendo “los marginales”. ¿O van a decir que acaso fue un caso aislado? ¡Qué quilombo armarían si hubiera pasado en otro lado!
Nos mataron a Kevin, la concha de su madre, acá, en la casilla de la tira 6 que compartía con sus hermanos, justito atrás de la “Plaza Kevin” que ayudó a construir con sus propias manos. Y que no se llamó “Kevin” por él, sino por un amiguito suyo que hace 4 años perdió la vida, por otra “bala perdida”. Aquel día, este Kevin, Kevin Molina, escuchó ese disparo desde la habitación que se volvió nuestra redacción, pero creyó entonces que habían matado a un perro. Y pálido, dijo: “Mataron al pedo”. Sin querer, adivinó: pronunciaba mal la erre, pero no se equivocó. Hablaba hermoso, era flaquito, vivía sonriente, le faltaba un diente. Corría rápido con sus patitas, a la hora de las “gatetitas”. Y participaba del espacio de apoyo que se daba cerca de su casa, desde el día que su amigo se convirtió en esa plaza. Todo este amor, ahora es dolor.
Vengan si quieren discutirlo, o al menos sentirlo, que nos van a encontrar parados de manos, gritando que actualicen los Derechos Humanos, porque sus Fuerzas de Seguridad están al servicio de cualquier cosa, menos de nuestra comunidad. Ya habrá tiempo para denunciar lo que vimos y vivimos, pero hoy sentimos que también lo perdimos por todo lo que no hicimos, lo que no pudimos o lo que no supimos. Desde ahora y para siempre, lo llevaremos en la piel: si Kevin murió por nosotros, nosotros vamos a vivir por él.

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