DE LA COCINA A LA PLAZA
La inocencia perdida, la lucha
ganada, 36 años de Memoria, Verdad y Justicia.
Por Alejandra Iglesias
30 de abril de 1977 a un año
de instalarse la dictadura Militar más sangrienta y represiva junto a sus
cómplices civiles, que dejó un saldo de más de 30.000 desaparecidos, las madres
de Plaza de Mayo iniciaban su primera marcha en reclamo por la aparición con
vida de sus hijos desaparecidos.
Esa búsqueda de sus hijos que
se inició inocentemente significó el hecho histórico más importante del siglo
XX en la lucha por los derechos humanos. Enfrentaron a uno de los poderes más
siniestros y son un ejemplo de voluntad, coraje y dignidad. Un ejemplo a seguir
con la convicción de que se puede enfrentar a los más poderosos aún en total
desventaja cuando los valores que movilizan esa búsqueda son el amor, la verdad
y la justicia.
Este 30 de abril de 2013, se
cumplieron 36 años de esa primera marcha que fue la consecuencia de haber
recorrido el camino por los canales habituales sin obtener una respuesta. Las madres antes de su decisión de concurrir
a la Plaza habían iniciado su búsqueda por los Ministerios públicos, policía,
Iglesia, hospitales, cárceles, partidos políticos y hasta puerta a puerta.
Cuando se dieron cuenta que no obtendrían
respuesta por los canales habituales surge la idea a través de Azucena Villaflor,
quien tiempo después será secuestrada, que la Plaza de Mayo sería su lugar de
reunión, para que fueran visibles sus reclamos. Es así como el sábado 30 de
abril de 1977 catorce (14) madres se reúnen en la Plaza de Mayo, símbolo de las
luchas populares, para reclamar por la aparición de sus hijos ante el poder más
grande y represivo de la época, la Dictadura Militar que a través de las armas
destituyó al gobierno constitucional conducido por Isabel Martínez de Perón.
En su mayoría las madres
eran amas de casa, y en su inocencia creían que enviando una carta al
Presidente de facto, en ese entones Jorge Rafael Videla, para pedirle una
audiencia, obtendrían algún compromiso efectivo por la búsqueda de sus hijos.
Con el paso del tiempo, la estigmatización y las respuestas evasivas, cuando no
la descalificación de los funcionarios y de la propia sociedad comenzaron a
entender los motivos por los cuales sus hijos estaban desaparecidos y tomaron
conciencia del poder al cual se enfrentaban. Así nace el símbolo que las
representa ante el mundo: el pañuelo blanco que en un primer momento fue la
tela del pañal de sus hijos. Símbolo de identidad, de perseverancia, de
resistencia y de lucha.
En la medida en que se
fueron sumando más madres en la búsqueda, el Estado represor intentó correrlas
de la Plaza a través de acciones intimidatorias e invocando el estado de sitio
que imperaba y que prohibía la reunión de 3 o más personas, fue así que las
madres comenzaron a circular alrededor de la Pirámide de Mayo.
Sin embargo eso no fue un
motivo para claudicar, al contrario actuó como motor y ya no solo era la vuelta
en la Plaza, también comenzaron las solicitadas, las denuncias de que en la
Argentina había desaparecidos, secuestros, torturas y represión.
Con
todos los poderes en contra desde la Iglesia hasta los medios de comunicación
ellas continuaron, nos marcaron el camino y transformaron el dolor
en un hacer colectivo.
Hoy
los ex centros clandestinos de detención son espacios de memoria y de vida.
En
homenaje a sus hijos que luchaban por un mundo más justo, libre y soberano de las
grandes corporaciones económicas, civiles, militares y eclesiásticas se han
convertido en espacios de intercambio
cultural, capacitación, reflexión y debate
social y político sobre el terrorismo de Estado y sus consecuencias.
Hoy
las Madres desde sus distintos espacios construyen, enseñan, conducen,
impulsaron los nuevos juicios a los militares por Delitos de Lesa Humanidad.
Y como ellas mismas dicen “Nuestros hijos nos
parieron”, quienes reivindican su lucha decimos que “las madres de la Plaza”
volvieron a parir cuando las nuevas generaciones apropiándose de sus valores,
hicieron propia su lucha y apostaron al cambio.
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