domingo, 19 de mayo de 2013

Nicolás Casullo en la revista Nuevo Hombre año 1971

Periodismo: “Han muerto los semanarios, ¡Vivan los semanarios!”

(Agencia Paco Urondo)
Reproducimos un artículo de Nicolás Casullo en la revista Nuevo Hombre, donde analiza una propaganda de 1971 de los semanarios Análisis y Confirmado. Al hacerlo, traza una descripción mordaz del mundo periodístico y de los poderes por detrás de la “información”.

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhTJIFWxPw2WVKNUrVMYQOREbORpF9zTpBN9Ce1cB_aeM5rA9GxxsVX_F-EpptjZPl_kXWVLD5U-f4e0zqZIzLoMCio3atXK1Iklvd4LuCCFd0zssC9CW6282hNrdpUhJZ89KSzXwP-C5Q/s1600/_MG_6955.JPG

CULTURA Y CUESTIONAMIENTO /PERIODISMO
ANALISIS  y CONFIRMADO: Han muerto los semanarios, ¡Vivan los semanarios!
Dos semanarios, dos medios gráficos —Análisis y Confirmado— publicitan una nueva etapa de su trayectoria, a través de otros medios gráficos. En este fenómeno encontramos varios niveles de escrituras y de ideologías que se entrecruzan, se correlacionan y sostienen mutuamente. El punto de referencia, en este caso, se lo ubica en el aviso comercial, texto que intentará  describir otro texto: el producido semanalmente por aquellos dos medios aludidos —Análisis y Confirmado— que se fusionan en una sola empresa.
En ese aviso, un cierto tipo de periodismo muy difundido en los últimos años, y encarnado precisamente en la aparición de "semanarios" tiene la oportunidad de autodescribirse, autoleerse. La palabra —materialidad de esa forma de información— pretende aquí ubicarse en otro nivel, desde donde pueda mirarse a sí misma como "palabra periodística". El periodismo buscará "develarse", narrar como se estructura como producto, como se conforma su objetivo a ser consumido, como se plasma la información. Para ello la palabra eligirá otro de sus recorridos que el sistema le ofrece y controla: la publicidad.
La publicidad hablará del periodismo, y en ese punto es donde se produce la conjunción de por lo menos dos niveles de escritura confirmándose, motivándose, mitificándose, alcanzando uno de los grados más altos de la palabra —mercancía, fabricadora, deformadora, manipuladora, recortadora de una realidad (a cargo del periodismo), y de la palabra-su-per-mercancía, decretando, definiendo, reconstituyendo una función, la periodística (a cargo de la publicidad).
Entretengámonos un cacho
La primera parte del aviso se refiere a la existencia de los semanarios, presentando como eje decisivo de la problemástica de la información (problemática de mercado) a la oposición aburrimiento/no aburrimiento. Lo propuesto no es nuevo (hace ya tiempo que Gente es "fresca y alegre", por ejemplo), pero tiene sus agregados diferenciadores. Ya el título del aviso prescribe que el "opinar” terminará con el "aburrimiento". Esto es: hay un producto que falla en lo que pretende, que no logra su objetivo: el de ser consumido. Este producto es un medio informativo que debe cubrir un tiempo, ocuparlo, edificar una cosmovisión "entretenida" como calificativo básico y definitorio. Lo periodístico es encuadrado como intermediario entre una realidad y los lectores a través de un grupo seleccionado que arma el mensaje. No hará falta mencionar una política, un derrotero ideológico, puesto que es desde el respaldo que le otorga un sistema representador de las cosas y las alternativas, desde donde habla el aviso. Entonces lo que vale, lo que pesa para aquel fin (entretener) son ciertas palabras fetichizadas, aisladas, lanzadas desde su uso mítico: los semanarios serán "comprometidos, buceadores, reveladores" ¿con quién, de qué, hacia qué?; en esta primera parte del aviso, esta ausencia de respuestas a dichos interrogantes no puede ni debe gravitar, puesto que lo que se está vendiendo es una supuesta función a cumplir. La función periodística pasa a la categoría de producto directo.
La dificultad dificultosa de lo difícil
"Los semanarios son la mente", "cada vez es más la gente interesada por la vida", dice el anuncio. Una primera intención es aproximar, conectar aquellos términos mayores, es decir: "la vida", y la "mente" —entretenedora— como intermediaria. Un intermediario que construya una visión, que fabrique una pseudorealidad, usufructuando la institucionalización ideológica del concepto periodismo como información de la realidad. Para esto se lanza un semanario que "teje los hilos rotos de esa gran red de hechos que se convierten en noticia". Por ende, no se informará, sino que se “opinará". La diferencia de estos dos términos encuentra su sustento, su posibilidad de distinguirse, al servirse de la caracterización burguesa de "lo informativo". Así presentada, la información de los órganos de prensa parecería ser un relevamiento de lo que realmente sucede (seria lo aburrido por otra parte), es decir lo objetivo, algo no entrecruzado por la opinión o intereses de los sectores dominantes, dueño de los medios. Frente a esta falaz definición de lo que es la información, se pretende procrear el término, sino antagónico, por lo menos bien diferenciado: la opinión. La descripción de este segundo término —opinar— surge bien pronto: "Lo que sucede es que es difícil opinar y explicar esa opinión".
La connotación con que la ideología burguesa hace jugar al término información, oculta el significado de la real actuación que tiene la prensa de la clase dominante: esa segunda explotación del sistema sobre el hombre, esa violencia superestructural cotidiana: el control de la mente, la manipulación de las conciencias, la disolución, por medio de la palabra informativa, de las contradicciones de lo vivido, de las coyunturas históricas dadas. La opinión así mencionada como vocablo cristalizado y válido de por sí, demostrará un nuevo nivel al que accede la ideología de lo periodístico, para venderse como producto en competencia. El producto en vidriera debe acaparar nuevas relaciones en su proyecto motivador, y hasta, llegado el caso, mostrar su propio irse estructurando como mercancía, como periodismo, como medio. Esa faz negativa, oculta del "hacerse de la mercancía" (en el caso del periodismo, sería la faz, sepultada detrás del manto "objetividad informativa") aparece, surge, se instala a través de la publicidad, bestialmente. Como golpe de efecto. No a través de un análisis desmitificador (que sería la experiencia contraria) sino en un texto de publicidad: la venta de la venta: a través de una actuación superalienadora. Solo así el producto simula llegar a la "sinceridad" de su ser hecho, que el sistema no puede permitirse: cuando esa supuesta "develación" es ya mercancía a motivar. En el periodismo (a través del aviso) se invalida entonces su categoría más "calificada": la información (con la que tanto batalló la propia prensa del sistema). "Es más fácil dar la noticia" se señala en la propaganda aludida. Y además, como correlación a esa primera pauta, las que siguen: "teníamos tres semanarios perfectos", "hemos decidido lanzar dos semanarios imperfectos: Análisis y Confirmado", “Queremos equivocarnos".
Esta última volición o expresión de deseos —el equivocarse— tiene también su ubicación estratégica. Es cierto que toda experiencia humana, en su accionar dialéctico con la realidad donde se realiza, vive el acierto, el error, la superación, y el avance. Todo acto es un riesgo y el conocimiento y la práctica interactúan por una eficacia. "Queremos equivocarnos", sin embargo, no apunta a derrumbar la categoría lineal de autoridad e infalibilidad con que se institucionalizó la prensa burguesa “por encima" de los conflictos sociales. Tampoco apunta hacia el asumirse ese proceso dialéctico mencionado. Simplemente el aviso tira otro signo, especula con la petrificación de su significado, instrumenta el “equivocarse" no como una de las probabilidades de una praxis abierta, sino como uno de los tantos objetos abstractos que, una superestructura domina da, constituye.
Murió y resucitó al tercer día
El articulo presentado —semanarios— se promueve fundamentalmente en el aviso a partir de invertir su valor social y presentar su disvalor (su negatividad con respecto a una positividad establecida) como nuevo artículo de mercado. Los semanarios, medios de información con ciertas y peculiares características, tiene decretada su defunción. "Los semanarios han muerto" se explica. Se busca decir que un proyecto de mercado se agota, así como una vez surgió dentro de una perspectiva de readecuación periodística que manejaron ciertos sectores del poder en nuestro país. El texto del aviso debe remarcar aquel fallecimiento —llegado esta etapa en pos de ofertar lo, al parecer, nuevo. La imposibilidad de obviar la mención de esta muerte, digitada — como su "nacimiento"— desde una cúspide social que no sólo prepara la información, sino los medios, es típico del fenómeno publicitario que en este caso se asume las "explicaciones": un sistema donde la mercancía debe reproducirse más allá de las necesidades sociales y tendiendo a mantener el criterio básico del modo de producción de dicho sistema: la no detención de sus perfomances estructurales (la mercancía cambia de nombre, de envase, de algún detalle, o simplemente en la redacción del texto publicitario que la menciona y la lanza). En realidad Análisis y Confirmado prosiguen aquella trayectoria que postulan dejar atrás. Pueden si, responder a un nuevo o readecuado sector de poder.
El mensaje de confianza al producto, lo que lo avala, resulta ser que "la mejor gente hará los dos semanarios" "los mejores periodistas de dos semanarios". Se ha conseguido implantar un nuevo status de determinada profesión, a partir —en primer lugar— de una cause ideológico que postula el valor dificultad (radicado en el "opinar"). Ese recorrido ideológico suplantará, para aquella profesión periodística, cualquier otra relación que la sitúe en un concreto histórico, determinado y signado por políticas e ideologías pertenecientes a clases en lucha. El periodista es un asalariado peculiar. Vende su fuerza de trabajo pero en la producción diaria y directa de mensajes político-ideológicos, aunque no es dueño de elegirlos. Se institucionaliza entonces una nueva cosmovisión, para el universo periodístico, que resuelva las contradicciones que todo trabajo intelectual al servicio del sistema presenta. El periodista provendrá de un tecnicismo excluyente, totalizador en cuanto categoría que omite esa contradictoria y dialéctica relación de "mente" con que se asume y "realidad" que conecta. Reaparece aquí, cómo en otros campos culturales, el "fin de las ideologías", con la implantación de otra, suprema, pretenciosa homicida de aquéllas, y consecuencia de la cultura industrializada: la técnica. Lo tecnocrático como irreversible herramienta, agente vencedor, sujeto para encarar lo difícil, la dificultad que representa apreciar, controlar, mostrar, digitar un mundo, una coyuntura social, desde el status-quo, y para su sostén. El periodista —"el mejor"— técnico —especificidad— neutralidad, actor habilitado para ejercer la comunicación desde dicha serie de valores, y sin necesidad de que dicha serie se confronte con otras instancias. Las empresas que venden información forman sus cuadros con aquellas "subjetividades neutras y eficientes" para que realicen la objetividad de su situación y proyecto de clase en el marco social general. "Trataremos de entender nosotros mismos las causas y el efecto. Usted puede estar seguro de que cada artículo habrá sido discutido, rechazado, madurado", etc, operatividad que, una vez establecido el plafond de producto y productor mistificados, puede verse integrada, detallada por cualquier tipo y cantidad de características productivas distintas, atrayentes, complejas (las mencionadas en el texto u otras) por cuanto de cualquier forma remitirán a la ideología que ya explicó, mostró el medio (semanarios) y sus realizadores (periodistas) para un público.
Y comieron perdices
Finalmente el anuncio comercial hace hincapié en el mensaje a dar por los semanarios en cuestión, por el contenido ideológico explícito a reflejar. Todo lo anterior resultaría la fabricación del primer mensaje, o mensaje subyacente que el lector recepcionará, es decir: la 'imagen" de un medio informativo, y de un rol o actividad. Lo que viene ahora es la explicación del mensaje directo, o segundo mensaje, lógico, coherente con toda la arquitectura anterior sustentadora, ya señalada. La conjunción de esto con aquello conformarán el mensaje total propuesto. Con respecto al mensaje directo, decisivo, la escritura de las páginas de los semanarios, el aviso preanuncia que mostrará "al país tal como es: rico, pujante, sub-desarrollado, melancólico, creativo, apático, quejoso, simpático, desvergonzado, pudoroso, triste, cordial", etc., es decir la transposición humanizoide, psicologizante, intimista, sentimentaloide, biologista de una estrutura social en crisis, dependiente, y escindida por dos proyectos de clases antagónicas. La traslación a aquellas categorías permite la construcción de todas las alternativas de pseudorealidades. Así se percibirá al país y aquellos signos conforman el código base que luego entrará en juego, para combatir los males que acosan al lector en potencia; estos son: "escarlatina, pagarés, antiácidos, adioces, caspa, desencuentros" La enumeración es simpática: semanarios entretenidos, alegres, para un país pujante, tristes, cordial —que se oponga a los antiácidos y la caspa. Faltan Marrone, Pepe Biondi y Balá para el cuadro perfecto. El Gran Acuerdo Nacional estructura —en la monopolización periodística— sus voceros. Pero no puede crear nada ya, no por esa estrategia político-económica en sí misma que resulta apenas una anécdota más de un derrumbe, sino por lo que se derrumba: un sistema. Alegría entonces, como comienzo de las despedidas.
NICOLAS CASULLO

No hay comentarios:

Publicar un comentario